viernes, 12 de junio de 2009

Mismo ADN en diferentes tierras

Juan de Sola /Alex Espiño (Machala-Ecuador) .- Uno podría pensar que al estar a más de 9.000 quilómetros de casa, se echarían de menos muchas cosas. Que extrañarías paisajes, sensaciones, olores o costumbres con las que has convivido desde el primer minuto de tu existencia. Pero Ecuador tiene el mágico encanto de hacerte sentir que eres uno de ellos. Nada más poner un pie en su realidad.

Parece como si llevaras viviendo aquí una eternidad. Como si nada fuese desconocido. Pero al mismo tiempo sabes que tienes todo un mundo por descubrir. Tal vez esta percepción esté en nuestro ADN. Que todos los años que los gallegos nos hemos visto obligados a emigrar, hayan cambiado nuestra genética, nuestra forma de asumir que debemos acostumbrarnos a nuevos horizontes.

A esto ayuda, sin duda, la naturaleza humana. Buscamos continuamente referencias que nos resulten familiares. Y para nosotros no resulta complicado encontrarlas. A medida que nos vamos alejando de las grandes ciudades, que han sido nuestro primer contacto con la realidad ecuatoriana, y empezamos a conocer las regiones menos desarrolladas y más rurales, tenemos la sensación de haber entrado en un túnel del tiempo.

Un salto temporal que nos traslada de nuevo a la Galicia de los años 50-60. Una Galicia que sobrevivió a años oscuros gracias a un modelo productivo basado en el sector primario.
La agricultura, la ganadería y la pesca fueron el único sustento de muchas generaciones, igual que ahora lo son para decenas de miles de familias ecuatorianas.

En estos primeros días de contacto directo con los grandes héroes y heroínas de este cambio social que está viviendo Ecuador, uno se da cuenta de los notables parecidos que tenemos ambos pueblos. No sólo en el paisaje rural, que evoca en muchos momentos a nuestra tierra, sino en la forma de entender la vida.

Pero sin duda, la mayor similitud con esa Galicia casi olvidada, es el amor y el apego que los campesinos ecuatorianos sienten por la tierra, por su tierra, su afán de superación, la fortaleza de creer que con su trabajo, ahora sí, pueden cambiar las cosas, de saber que con su esfuerzo ayudan a la construcción de una sociedad más justa, en donde las mujeres, las grandes olvidadas durante muchos años, participan activamente en el desarrollo de una cierta cultura del bienestar.

Ejemplos de este trabajo ya hemos conocido muchos. Ha sido un día muy intenso. Es muy difícil explicar en pocas palabras los sentimientos que nos han dejado en todos nosotros las primeras entrevistas de este documental. De forma incuestionable, la historia de la familia Montoya merece un capítulo aparte.

(Fotografía: Miguel Núñez.)

3 comentarios:

  1. Buen trabajo, chicos. No esperábamos menos de vosotros... Estoy intrigada con la historia de la familia Montoya.. Seguid así, besos para todos

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  2. Se nota que estáis totalmente inmersos en esa realidad y que os ha cautivado. Sólo con leerlo ya me enternezco. Un abrazo enorme

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  3. Es curioso como buscamos en otros aquello que hace que nos sintamos más cerca, aquello que nos une..., y lo q en cierta manera, nos permite crecer como personas. Teneis razón, es la naturaleza humana!!.

    Me llama la atención lo que contais de Ecuador, de esas similitudes con Galicia, con su gente, con el carácter; vuestras sensaciones en una tierra que, por lo que contais, cada día es menos extraña, y mucho más cercana. Me trae al recuerdo algunas de las cosas que me atrajeron a mi de esta Galicia que calificais de "casi olvidada": ese amor por lo vuestro, por vuestra tierra, y en cuanto al carácter o actitud, la lucha por la superación. En defitiva, vuestros encantos y por lo que veo los de vuestros anfitriones.

    Por cierto, ¿cuando llega el capítulo de la Familia Montoya????
    Un abrazo.
    Eva

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