Es la historia de siete supervivientes. Cuando comenzaron con este proyecto eran 35 mujeres, pero muchas no quisieron o no pudieron aguantar. "Los comienzos fueron duros", recuerda Estela. "Muchas se fueron porque no íbamos a cobrar salarios. Estuvimos casi un año sin llevar dinero a casa, porque todos los beneficios que conseguíamos, los invertíamos en comprar todo lo que necesitábamos".
Reconocen que esa situación fue un obstáculo, pero durante esa complicada etapa, tenían muy presente las palabras del Padre Graziano, presidente de la Fundación Maquita. "Siempre nos dijeron que esto no era para que aprendíesemos a hacer mermelada, sino para que trabajásemos y tuviésemos ingresos que aportar a la familia". Muchas de ellas aguantaron y pronto comenzaron a llegar los resultados.
"Una de las mayores satisfacciones que me llevo, es haber podido darle una educación a mis hijos gracias al dinero que he logrado con este trabajo. Sólo con eso ya estoy bastante contenta", asegura, con lágrimas en los ojos, otra de las socias de la cooperativa. Aunque para ello haya tenido que renunciar a muchas cosas.
Poner en marcha esta iniciativa les obligaba a trabajar unas doce horas diarias. "Ahora tratamos de compensar ese exceso y estamos probando a trabajar menos horas, a ver como nos va". A pesar de eso, cuando llegan a casa aún tienen tiempo de ser amas de casa, ya que "siempre la tenemos patitas arriba". Y sobre todo, de pasar tiempo con sus familias. Son auténticas heroínas.
Sacar adelante su sueño les ha costado mucho esfuerzo. Algunas ya piensan en dar el relevo a sus hijas. "Ya me queda poco para cruzar el río", relata con asombrosa entereza una de las mujeres, "por eso me gustaría que nuestro trabajo continuase, que no se perdiese todo por lo que hemos estado luchando".
Todas ellas muestran orgullosas los frutos del largo camino recorrido. "La mejor mermelada es la producida por Nueva Aurora", dice una. "De los 10 grupos que había en Santo Domingo, sólo quedamos nosotras. Fuimos las perseverantes", recalca otra de ellas.
(Fotografías: Miguel Núñez.)
No pude entrar desde mi último comentario, pero no os olvido. Es imposible... Las historias que nos acercais demuestran un dicho muy usado por aquí "el que quiere puede" pero que pocas veces ponemos en práctica y, si lo hacemos, nos rendimos demasiado pronto. Todo un ejemplo el que nos dan esas gentes que vais conociendo
ResponderEliminarCon cada texto que leo, recibo una nueva lección de vida. Conociendo estas historias te das aún más cuenta de la suerte que tienes por haber tenido tantas oportunidades en tu vida, te hacen valorar la suerte que has tenido simplemente por haber nacido en un punto del planeta diferente. Hay gente tan valiente por ahí adelante... entre ellos, vosotros, estáis dando a conocer una realidad para mi tan desconocida... Muchas gracias.
ResponderEliminarQue título más sugerente, más dulce...
ResponderEliminarAquí están ellas!!!, las mujeres emprendedoras. De nuevo, un ejemplo de esfuerzo, de superación, de perseverancia, de duro trabajo... Cuantas cosas que aprender!!!
Por cierto, ¿de qué era la mermelada???.
Un abrazo,
Eva
No he dejado de pensar en esta entrada... y sabéis qué? yo también quiero hacer mermelada. Como ellas y con sus ingredientes: ilusión, esperanza, tenacidad, fuerza de voluntad, optimismo, constancia... Ah! y azúcar y frutas varias. Un bico grande compis.
ResponderEliminarUna vez mas y gracias a la labor de los activistas, tenemos la oportunidad de conocer una realidad dura pero llena de dignidad y amor por la vida.
ResponderEliminarUna vez mas, la lucha de las mujeres, fuertes y tenaces, demuestran que todos los estereotipos quedan en segundo plano cuando de supervivencia se trata.
No hay mas fiera que una mujer con la obligacion moral de dar a su familia lo que ella no pudo tener.
Muchas gracias Agareso por acercar la idea de que otro mundo es posible a esta parte del planeta tan desarraigada y adaptada a lo que le dan.