Juan de Sola/Alex Espiño, (Quito, Ecuador).- La desnudez del espiritu salta a la vista. Detrás de una poblada barba blanca y una mirada de ojos azules hay un ser excepcional por descubrir. En cuerpo menudo, concentra una apasionante historia de lucha social que sería imperdonable no sentarse a escuchar horas y horas. La construcción de la esperanza y convivencia repleta de valores son su paradigma de obra y vida.
El padre Graziano es un hombre inquieto y de desbordantes inquietudes. Todavía, el acento conserva una esencia del idioma italiano, patria que lo vio nacer. Oriundo de la ciudad de Padua, no vacilo a la hora de entregarse a los más desfavorecidos, a aquellos que fueron abandonados por la dicha. "Tenemos que ocuparnos de los que menos tienen para ser justos", entona mientras mantiene esa mirada de limpias intenciones.
Recolector de las primeras necesidades, el padre Graziano regala desmedida generosidad a los semejantes sin esperar una contraprestación más que la cristalización de la solidaridad, dignidad y justicia social en cualquier realidad humana. Cree en las personas y sus capacidades naturales e intelectuales. Es partidario de dotar a todo el mundo de las oportunidades necesarias para que emerja el ser humano que cada uno llevamos grabado en los genes.
Fue testigo de las políticas sociales aplicadas por el gobierno chileno de Salvador Allende y el posterior golpe de Estado, prepetrado por Augusto Pinochet. En condiciones de represión y totalitarismo dictatorial, buscó sin descanso dignificar las situaciones de penuria de un pueblo sometido a la injusticia y la estrechez axfisiante de las libertades. Lo hizo hasta tal extremo que puso en riesgo su propia integridad personal, por lo que tuvo la obligación de abandonar el país y situar en escena nuevos proyectos de solidaridad en la realidad ecuatoriana.
Sonrie como muestra del peso que tiene la felicidad interna ilimitada. Las exageradas carcajadas le hacen inclinar la cabeza hacia atrás, como si mirase al cielo y diese gracias por llevar a cabo sus sueños terrenales con los humanos. A su llegada al Ecuador, canalizó sus esfuerzos en mejorar las condiciones de las comunidades de la provincia de Esmeralda. Nos recuerda que "soy hijo de padres campesinos" y es incapaz de evitar atender concienzudamente las constantes necesidades que han padecido, padecen y padeceran los agricultores. Fue un proyecto de desarrollo, con muy pocos o nulos recursos, a lo largo de nueve intensos años de su activa vida. "Muy hermoso, aunque duro fue aquel proyecto con los miembros de las colectividades de la zona", reflexiona en un suspiro.
Durante este periodo inicial en la acción social de Ecuador, en el objetivo de dotar a las comunidades de servicios sanitarios y educativos, le llovieron las acusaciones desde estamentos del gobierno de pertenecer a organizaciones violentas o terroristas "asunto que me llevó en cinco ocasiones a pisar una cárcel sin merecerlo". Por aquel entonces, el ejecutivo estaba gobernado por un partido poco progresista y excesivamente conservador al que no le seducían aquellas iniciativas promovidas desde la propia sociedad y alejadas del control de la administración.
Hablar y gesticular con nerviosismo es una característica del pater, especialmente, cuando centra el discurso en el pueblo. En este punto es taxativo: la organización y la unión es la base sólida de un pueblo, "esa es la clave para prosperar, desarrollarse y encontrar vidas mimetizadas con la dignidad". Es en el sur de la ciudad de Quito, uno de los focos de mayor marginalidad, donde el Padre Graziano inicia un nuevo proyecto social para evitar el abismo de la exclusión y la pobreza de personas privadas de los mínimos recursos. Comienza este nuevo trabajo en la organización 'Cristo vive en el Sur' y reconoce que las casualidades no existen, por lo menos en esta ocasión. Al decirlo, ríe sin disimulo y regresa a la pasional explicación de como nació la Fundación que hoy preside.
Nunca deja aparcada la amabilidad en la conversación, por muy espinoso que sea la temática a tratar. El azul de sus ojos está presente en todo momento. El parpadeo es mínimo porque mantener la mirada es para este 'padre de los campesinos' un factor capital. Considera que en la comunicación corporal está el plus de credibilidad de las personas o no.
La Fundación Maquita gesta su nacimiento en este contexto social donde el Padre Graziano parece moverse como pez en el agua. "En los despachos, tenemos que estar lo mínimo. Hay que estar en contacto con la gente y conocer sus impresiones o necesidades en primera persona. Esa es la principal herramienta de trabajo con las comunidades". Dice esto después de regresar de Esmeralda, zona situada en la costa, al norte del país.
El vehículo utilizado es el más modesto de cuantos posee la fundación en el parque móvil. Sin un todoterreno es imposible poder realizar labores en el medio rural por que los accesos y red de carreteras no presentan las mejores condiciones de pavimentación y diseño. En la parte trasera, el pez de Cristo nos recuerda el mensaje de ser solidarios en cualquier momento del día. "No podemos ser personas que no sabemos perdonar. Estamos obligados a practicar con frecuencia este aspecto de la relación entre seres iguales". Aquí no deja lugar a la réplica o la mínima insinuación de que el ser humano goza de una imperfección ancestral.
Insiste en repetidas veces en la suerte que tiene al "vivir un sueño". Este proyecto con casi veinticinco años de historia e incidencia en el desarrollo del campo y los miembros de las comunidades es, para este padre, una realidad en la que parece necesita pellizcarse para creer que han llegado algunos resultados positivos. No se recrea demasiado en los hechos y los logros alcanzados, "tenemos que seguir hacia adelante y seguir trabajando porque tenemos muchas personas que todavía necesitan de una atención determinada por nuestra parte", matiza.
Volviendo, de nuevo, la mirada atrás, reitera que la buena organización y el entendimiento entre las personas que componen una comunidad son una de las claves del desarrollo. Pero no quiere dejar pasar la oportunidad de censurar las consecuencias del neoliberalismo para los seres de mayor fragilidad. "Comenzamos a trabajar en los reducidos espacios que dejan las herméticas líneas de comercialización del neoliberalismo. Esta clase de comercio comunitario ha servido para luchar contra políticas económicas conocidas y poco efectivas para el campesino".
Otorga, también, relevancia a las cuestiones de género y la equidad entre sexos. Sobre esta materia, la Fundación aplica unas políticas muy activas para combatir el arraigado machismo existente en el campo. Actualmente, las cosas han avanzado con lentitud pero la mujer adopta papeles de importacia y decisión en el seno de las comunidades. "Ésta debe ser otra de nuestras incansables actuaciones para mejorar las condiciones sociales de la mujer en el rural".
Superada esta fase del análisis, el Padre Graziano se levanta con ímpetu de la silla en la que había mantenido la conversación. Nos sonríe, si es que en algún momento dejó de hacerlo, y aprovecha unos segundos para meditar alguna idea que flota por su hiperactivo cerebro. Sin pensarlo más, advierte: "Nos hemos dejado atrás el importante tema de la Teología de la Liberación"...
(Fotografías: Miguel Núñez)