sábado, 20 de junio de 2009

Rebuscando entre los tesoros de la naturaleza

Juan de Sola / Alex Espiño, (Cayambe, Ecuador) .- Los hongos nacen y se cultivan a altitudes impensables. La recolección es una labor ancestral que con el paso de tiempo ha mejorado en su técnica sin abandonar los métodos tradicionales. Cada vez que brota una seta, renace con mayor fortaleza una identidad y cultura indígena en los andes ecuatorianos.

El paraje donde se ubica el cantón de Cayambe sorprende a la propia naturaleza. Observadas por uno de los volcanes inactivos, nueve mujeres peinan con frecuencia diaria los ricos bosques poblados de pinos. De piel oscura, curtida y de rasgos muy marcados, invitan a todo aquel que les visita a acompañarlas a la selecta recolección de los preciados hongos.

La simpatía, las constantes risas y algún comentario vacilón, incluso en quechua para no ser entendidas, no faltan durante el recorrido por su medio de trabajo. "Tenemos que andar dos horas a esta altura", nos espeta Rosita Catucuamba con una irónica, casi socarrona, sonrisa ocupando todo el rostro. A pesar de ser objetos de una de las tantas bromas a las que nos iríamos acostumbrando, surgieron las dudas sobre si la cosa iba en serio o no.

No tuvimos que esperar mucho. Escuchamos como las nueve recolectoras de hongos emitían el sonido de una "pilla" risa. Era sólo el principio de una integradora experiencia. Con vestuario de coloridos estampados sobre una camisa de grueso tejido y una larga falda monocolor, combinado con un calzado típico de la serranía, parecido a unas alpargatas, caminan en una fila milimétricamente ordenada.

La intuición y la experiencia son sus dos principales herramientas para localizar el fruto. Dos se detienen y el resto continúan la búsqueda. Cuchillo de grandes dimensiones en mano, secciona el cordón umbilical del hongo con la madre tierra. Mientras esto ocurre, bromean hasta arrancar una nueva sonrisa. Poco a poco, la cesta va aumentando de género. Buena parte del bosque ha sido explorado sin más éxito del que hay.

Antiguamente, antes de la incorporación de una máquina de última generación tecnológica gracias a la cooperación internacional, el proceso de secado de los hongos se realizaba en las casas particulares de cada una de las mujeres dedicadas a esta actividad. Habitualmente, antes de salir a recolectar, cada una se ocupa de las necesidades de la granja particular.

Nos muestran, de nuevo con una perenne sonrisa en ese semblante curtido, donde trabajaban en el pasado la seta. "Son muy beneficiosas para tratar la anemia y alimentarse bien", aclara Espírita Ulcuango, a la vez que corta un hongo sobre la mesa de secado.

Por estas fechas, en este lugar de Pecilio, se celebra con intensidad la fiesta de San Juan. Las conversaciones giran en torno a esta fiesta popular. "Hoy tenemos el pregón. Después de trabajar iremos a celebrar el santo", anuncian. En dirección al centro de acopio, en una de las viviendas limítrofes, acaban de sacrificar a un cerdo. En este sentido, las diferencias con la cultura tradicional gallega sólo difieren en cuestiones geográficas y poco más.

Una vez terminado todo el proceso del hongo y transcurridas tres horas, el apetito reaparece con descaro. De repente, en una bolsa, una de ellas reparte panecillos con un cierto sabor dulce que logran apaciguar el deseo biológico de comer. Sentados en un corrillo, la mujer más veterana habla y es escuchada con máximo respeto. En la cultura indígena las mujeres portan un collar cuyas proporciones tienen directa relación a la experiencia y veteranía vital. El más voluminoso sólo puede ser lucido por la mujer de más edad.

De insistir lo mucho que ha cambiado la comunidad y las técnicas de cultivo de las setas, pasa a adentrarnos en la lucha indígena y la importante presencia que éstos tienen en países de Centroamérica como Guatemala. Con tacto, pero con sinceridad, nos detona la memoria los episodios injustos cometidos por los colonos españoles. "Hicieron esclava a nuestra gente y eso no está bien. Aquí no nos respetaron nunca".

Tal afirmación provoca una inmediata reflexión sobre nuestra heroica historia. A nuestra manera, pedimos disculpas por lo provocado por nuestros antepasados. En un tono jocoso, una de ellas sugiere que "ya que se llevaron la plata, ahora que nos compren hongos y nos la devuelvan de nuevo". Y seguimos escuchando aquella viva representación de la mujer indígena que rebusca entre los tesoros de la naturaleza para fomentar una tradición que, a pesar de los intentos por exterminarla, brota cada mañana.

(Fotografías: Wilson Morales.)

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