lunes, 15 de junio de 2009

Un plato de integración

Juan de Sola / Alex Espiño, (Quito, Ecuador) .- La familia es un concepto universal que trasciende a cualquier barrera física posible. No hay espacio más sagrado que el ocupado por un padre, una madre o un hijo, entre otros referentes.

Compartir minutos y horas de vida suele ser la prioridad más habitual. Cuando esto no ocurre, se difuminan imágenes y vivencias como las encontradas en un modesto mesón, al sur de la ciudad de Quito.

Ubicado en una calle en donde las tiendas tradicionales jalonan el recorrido, uno va coincidiendo con la vecindad, formada por mujeres, hombres y niños de rasgos más indígenas que en otras localidades de la costa ecuatoriana. Es normal visualizar facciones más o menos marcadas, oscuras o claras, en función de la altitud del país que uno pise. La sierra suele conservar mayores tradiciones indígenas que por ejemplo localidades costeras.

En esa reflexión que nos concede un barrio humilde, buscamos la entrada del mesón conocido como "El leñón verde". Aprovechando un espacio de unos 60 metros cuadrados, familias enteras degustaban la rica cocina del lugar. Se encuentra atendido por un matrimonio. Apenas muestran sorpresa al ver entrar a cinco "gringos" con la intención de integrarse en el comedor, de momento, sin capacidad para servir más comidas hasta pasados unos minutos.

Pasada media hora de la una de la tarde, la cocina y la parrilla no encuentran una pausa. Con naturalidad aguardamos turno. Mientras, observamos como el orden y el simultáneo ejercicio de levantar el cubierto es la principal característica. Una televisión, con el canal 1 ecuatoriano, preside en un rincón del local de comidas. De vez en cuando, alguien levanta la mirada del plato, despertado por la curiosidad de una vieja serie de los años 80.

Niños atendidos por sus madres se niegan a comer con regularidad. Una criatura, tocada por la diosa de la hermosura, nos demuestra que los niños pintan las mismas cosas en cualquier lugar. Su madre nos mantiene la mirada unos segundos. Con la tez morena y los ojos alargados, se esconde de nuevo en su mundo familiar. Acompañada de sus padres, termina los últimos gramos de arroz presentes en un copioso, energético y calórico plato.

La niña simula que llora para llamar la atención. Otro pequeño al fondo del comedor se contagia de tal actitud infantil. Poco dura el intento. Ella luce una compacta trenza negra. Él, un juguete. Según se termina, la mesa queda inmediatamente libre, porque la cultura popular de la sobremesa ha quedado al otro lado del Atlántico.

La rotación es rápida y la presentación de los emplatados no persigue la exquisitez. Sobre las paredes de color verde, un cartel con las variedades y precios reivindica la atención del comensal. "¿Qué desea? Tiene los combos o las carnes y pollos". En Ecuador, los combos es el símil de un plato combinado para los españoles.

Una reducida barra es aprovechada para hacer la cuenta y poco más. Por menos de cuatro dólares, el comer es un problema resuelto. Todos portan un jersey o prenda similar en pleno mes de junio. El frío sigue apoderándose de este punto de la sierra andina. Es por ello que la oferta no busca refrescar y alimentar a su vez. El menú típico de las estaciones frías es la principal salida.

Afuera continuan las brasas de "El leñón verde" al rojo vivo, perfecta metáfora para describir las emociones que algo tan cotidiano como comer obsequia una sociedad integradora en pleno Ecuador.

(Fotografía: Miguel Núñez).

2 comentarios:

  1. Un proverbio indio que leí hace muchos años reza: Cuenta tu aldea y contarás el mundo. Historias como la que nos acabáis de contar demuestran que es cierto. No sólo porque los niños son niños en todos los continentes y tienen la misma inocencia envidiable en un mundo de adultos. También porque imágenes tan cotidianas como estas se repiten a lo largo del planeta, pero soy de la opinión de que somos nosotros los que no queremos verlas porque nos ciegan la voragine del dia a día y una inexplicable e insana costumbre de no observar con detenimiento el día a día que nos rodea.
    Por cierto, no paro de pensar en el cacao y la mermelada. ¿Podéis desvelarme el final de vuestro reportaje? ¿Dónde puedo adquirirlos por aquí cerca? Un abrazo enorme a los cinco.
    Natalia

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  2. He tardado en escribiros debido a mi vida "desordenada" pero os he seguido igualmente todos estos días. Estais haciendo un gran trabajo chicos. Qué envidia conocer en primera persona todas estas historias vitales. Aprovechar el tiempo que os queda. Besos para todos.

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